Πέμπτη 29 Απριλίου 2010

Batalla en el Cielo

El México del sexo, la sangre y el sacrificio humano

Batalla en el Cielo, formó parte de la selección oficial en la competencia del Festival Fílmico de Cannes 2005. En este film, de Carlos Reygadas, Ana (Anapola Mushkadiz), una joven mujer de belleza angelical, se prostituye por concupiscencia. Estos últimos días, los rumores e impaciencia contribuyen a hacer un evento de esta película, segundo largometraje de Carlos Reygadas, mexicano de 34 años de edad, cuyo nombre comienza a ser sinónimo de que los cinéfilos aumentarán su presión sanguínea en la sala.

En enero de 2002, la virtuosidad, la audacia y el lirismo de Japón, su primer film –producido por él mismo– fue, de hecho, una bomba en el festival de Rotterdam. En mayo de 2002, en Cannes, la Quincena de realizadores es un desfile que sobrepasa el principio de la exclusividad en virtud de la sorpresa que le procura esta obra, donde se reencuentra un fuerte éxito; se ha vendido a unos 40 países. Hoy, al entrar en la competencia oficial, Batalla en el cielo ("bataille dans le ciel") garantiza la ascensión fulgurante de este talento.

A unos días de haber descubierto "Sangre", de Amat Escalante, México cuenta de nuevo con el honor de estar en la selección oficial. Pero el país que celebra el festival, no es aquel de los sombreros ni de la bahía de Acapulco. Es el México inmemorial de la crueldad y de la sangre, de la celebración del sexo y del sacrificio humano, de la colusión carnavalesca entre la vida y la muerte. El México de los dioses de la religión y de los dioses del neoliberalismo, quienes se disputan, bajo la sombra del sacrificio del Crucifijo, el privilegio de la ferocidad. Un México tal como Ripstein, Buñuel y Eisenstein lo han filmado, y tal que este último lo ha definido como a la vez estético y moral: "En sus dos aspectos, español y azteca, la sencillez de la impetuosidad que bordea en lo grandioso del barroco." ["Dans ses deux aspects, espagnol et aztèque, la simplicité du grandiose y côtoie l'impétuosité du baroque."]

Simplicidad grandiosa e impetuosidad del barroco: la fórmula ajusta bien a esta Batalla en el Cielo, que inicia a primera vista lejos del cielo, por una escena que la censura califica de "sexo explícito."

Se trata de un fellatio, filmado en plano cerrado, como jamás hasta ahora se había filmado. Con una lentitud infinita, con una dulzura infinita, como una efusión dolorosa, como la expresión de una configuración metafísica. Para empezar, él es obeso, moreno y silencioso. Ella, en cambio, al terminar con un movimiento insensible, revela su cabeza apretada al pubis y las trenzas rubias, después, el segundo plano que descubre el órgano, la barrera espiritual de los párpados, la blancura y la juventud de su belleza. Contrario a la famosa pintura de Magritte, ningún texto es requerido para indicar que Esto no es una pipa. La dulzura envolvente del movimiento, la petrificación de los cuerpos, el contraste de la piel de ambos, el suplicio extático de una lágrima que aparece y se detiene. Esta no es una pipa, es una secuencia que sugiere, por y en el placer, el estado de un mundo que es presa de la desigualdad de los orígenes y de los estados, de la juventud sensual de la guerra, de la utopía de la reconciliación. una secuencia de la pornografía moral y social inscrita en el encuentro del placer y del sufrimiento, como pudo haberlo hecho el cineasta Fassbinder.

El Deseo y la Ignominia

Todo se explicará muy rápido, al menos justo al borde del misterio terrible que preserva este film mágico, glacial e incandescente a la vez.

El hombre se llama Marcos, es chofer y hombre que hace de todo para un general, y viene de secuestrar, con su mujer, al bebé de un vecino para obtener un rescate. La muerte accidental del bebé (sucedido antes de que el film comenzara), permite una confianza tal que llega al punto de que él confía en Ana, la hija de su jefe, una joven mujer que se prostituye por concupiscencia y disimula su depravación bajo el oropel de una belleza angelical. El deseo que nace entre el empleado y la burguesa procede de compartir este secreto, como si la ignominia y la villanía permitiesen solas, el reencuentro de dos cuerpos que de modo ordinario están separados por las barreras estéticas (la bella y la bestia), raciales (el indio y la Blanca) y sociales (la pobreza y la riqueza).

Pero el film afianza todo su poder al no divulgar el motivo del hecho. Un misterio que se mantiene intacto, que planea sobre la posesión mística de estos dos cuerpos, donde el realizador se contenta con poner en el contexto urbano de México.

¿México? Atestiguamos una panorámica prodigiosa de 360 grados de la ciudad, luego de que hacen el amor, los saludos recurrentes de la tropa ante la bandera, entre el perro y el lobo, el peregrinar de las multitudes en honor de Nuestra Señora de Guadalupe [ Notre-Dame-de-Guadalupe], la solemnidad de una música tradicional española, la ignominia de este burdel taciturno donde trabaja Ana y que los clientes llaman "la boutique," el delirio nacionalista de los discursos televisados asociados al fervor religioso de los partidos de futbol, un jefe de policía dibujado con los trazos de un débil mental.

Son (bajo los auspicios del sable, el comercio y el limpiabotas) las miles de perspectivas de la alienación, que este film pone en escena gracias a la seducción mórbida de los cuerpos que se entretejen, preparando mejor el drama que va a ensangrentar la pantalla. Con este título, Batalla en el Cielo, se inscribe en la línea hoy devaluada conocida como el gran cine de liberación. La cinta es además más incisiva al no ceder nada bajo el poder necesario del mal y de la fascinación de la muerte en la determinación de las conductas humanas.

Film mexicano de Carlos Reygadas con Marcos Hernandez, Anapola Mushkadiz, Berta Ruiz, David Bornstein. (2 horas)

Article paru dans l'édition du 17.05.05 © Le Monde.fr – Traducción al español © Enkidu.

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